Ruta: Senderismo

1 agosto, 2009 0 Por admin

Acebedo-Lois-Acebedo 1 de agosto de 2009

El día no pintaba bien cuando Fenando Gómez, organizador de esta maravillosa ruta de senderismo, dio la voz de partida cuando el reloj de la torre anunciaba las diez de la mañana. No obstante, nada parecía arredrar a los cerca de 30 senderistas que se habían concentrado en el punto de salida. Solo un veterano se vio obligado a quedarse muy a su pesar a causa de una inoportuna fascitis plantar. El grupo partió animado en dirección al Prao Fea. El sonido de los bastones y las botas sonaban fuerte al chocar contra el asfalto nuevo. Muy pronto se superó el Prao Fea y se alcanzaron la Eras Yaguntas. Se había decidido hacer el primer tramo de la ruta a través de Monte Cotao para evitar el calor, que ese día brilló por su ausencia.

 

En apenas una hora se plantó el grupo en la Fuente Erendia. Allí se rompió y cada cual se unió a aquel que mejor iba con su caminar. El cielo empezaba a amenazar lluvia sin disimular. Así que subiendo la fuerte pendiente de Prao Requejo hubo que echar mano de los chubasqueros. Los más prevenidos/as habían llevado, incluso, paraguas.

 

Una vez pasada la Collada Lito, y ya en terreno de Lois, el grupo en el que viajábamos decidió hacer una pequeña parada para reagrupamiento y tomar algo de alimento y bebida. Sobre las doce menos cuarto, el grueso del pelotón descendía plácidamente por el Valle de Llorada contemplando las hermosas vistas que se ofrecían a nuestros ojos. Llovía pero nadie manifestó la más mínima queja. Todo lo contrario: alguno manifestó su alegría y satisfacción por el líquido elemento. Justo donde los ganaderos cierran el valle para el ganado dejó de llover y se aprovechó para retirar el material antilluvia. Los cielos se abrieron y unos tímidos rayos de sol nos hicieron compañía una vez que el camino se unió con el que llega, o va, desde/hacia el Valle de San Pelayo. Bien nos vino ya que llegamos a Lois completamente secos sobre la una de la tarde. Algunos elementos, que hicieron el camino en bicicleta de montaña, llegaron con tiempo suficiente al Bar Dueñas para acompañarnos en el aperitivo.

 

 

Todo estaba preparado en el bar citado para una copiosa comida. Pero hubo un imprevisto: a pesar de que se había anunciado suficientemente la marcha y se requería apuntarse, sin otro fin que controlar el número de comensales, no todo el mundo lo hizo y apareció el temido overbooking. La dirección del bar se volcó con «los desterrados» y, en un pispás, nos acomodó en la terraza bajo un toldo por el que se colaba el agua de la lluvía que había empezado a caer de nuevo. Con muy mala leche, el agua nos caía en el mismo plato osando empapar las riquísimas croquetas caseras. Así que nos vimos obligados a acomodar el plato sobre nuestras rodillas para degustar la ensaladilla rusa, muy rica, y el no menos sabroso pollo con lagostinos que nos fue servido. Dentro, los senderistas daban buena cuenta de las viandas en un buen ambiente que bien se parecía a un día de fiesta. El vino y los chupitos fueron obrando sus efectos y terminamos entrando al bar cantando a los de dentro el himno de la montaña. Ellos, muy cumplidos, se unieron raudos a la iniciativa y terminamos la comida a catarido limpio, entre los aplausos de unos y las carcajadas de otros.

 

 

Después de las fotos de todo el grupo ante la Catedral de la Montaña, sobre las cuatro de la tarde nos dirigimos a la parte cimera del pueblo para, a través de un amplio camino, iniciar el regreso a Acebedo. Por salvar parte del mismo y atajar algo, nos metimos en una vereda ya completamente tupida de escobas por la falta de uso y de ganado y por la que el caminar se hacía difícil. Al mismo tiempo unas nubes negras, con muy mala pinta, iban oscureciendo el cielo, cada vez más negro y amenazador. Seguro que iba a llover. Ningún temor, de momento. No bien hubimos salido del enredado escobal, cuando el sonido seco, violento, estremecedor y desgarrado de un trueno encogió el corazón a más de uno. Levantamos algo la cabeza y vimos como la tremenda tormenta se acercaba por la Collada de Vioba. Un zigzag brillante y amenazador se dibujó en el cielo en forma de rayo inmenso. La tormenta llegó de repente sobre nuestras cabezas. Las montañas se nos venían encima y el ruido ensordecedor de los truenos hacía temblar el mismo suelo. Nos tiramos a los chubasqueros como gato a tripa. Pero llegamos tarde. El cielo se abrió de repente y la lluvía comenzó a caer con una fuerza inusitada sobre nuestras cabezas. Refugiados en un frondoso roble veíamos como el suelo se cubría en pocos minutos con unos granizos como garbanzos. Caras de preocupación y angustia.

– Apagar los móviles. Atraen los rayos, -dijo alguien.

 

 

Allí, debajo de aquel roble, soportamos estóicamente la tormenta, que, como todas los tormentas que son y han sido, como vienen se van. Y se fue también aquella y camino arriba hasta el Monte de Cerezales. Por una vereda, ahora si, muy bien marcada y despejada, cruzamos el monte y llegamos de nuevo a la Collada de Lito. Allí hubimos de esperar a algunos rezagados, que, disfrutando enormemente de la marcha y no conformes con el camino andado, por lo escaso, decidieron volver a bajar de nuevo al Valle de Llorada, empapados como estaban. La pena es que no hubo acuerdo ni solidaridad en el grupo y dos de ellos, los dos más fuertes, dejaron completamente solos a una mujer y a un niño, al emprender veloz carrera, en un ejemplo muy claro de lo que nunca, pero nunca, se debe hacer en la montaña. Claro está que tampoco hay que despirtarse y se debe estar atento a la marcha del grupo, y no tomar iniciativas personales que pueden no tener buen final.

 

Una vez alzanzada la collada el grupo se partió ya que algunos decidieron hacer el regreso por el Valle de Erendia y otros por la Majada de Peña Lavela para, a través del Llano la Rasa, bajar al Prao Fea y entrar en Acebedo por los montones. Llegamos sobre las siete de la tarde felices y contentos y después de haber batido todos los records de participación en esta maravillosa marcha que organiza desde hace años Fernando Gómez y que la Asociación Cultural «Virgen de la Puente» incluyó dentro de las actividades de la II Semana Cultural «Villa de Acebedo», dado su indudable interés y su enorme atractivo como ruta de senderismo asequible.

Amigos, nos vemos el año que viene en el mismo sitio y a la misma hora. Desde este momento queda convocada la ruta.

Con tu permiso, amigo Fernando…