DOCUMENTO PUBLICADO EN EL NÚMERO 34 DE LA REVISTA COMARCAL MONTAÑA DE RIAÑO

La fecha del día 3 de abril del año 2010 pasará a la historia en el Ayuntamiento de Acebedo. A las 13 horas de ese día, en el Salón de Plenos del citado Ayuntamiento, tuvo lugar un hecho insólito, un acontecimiento que nunca antes había tenido lugar en el tranquilo discurrir de la historia del pueblo. Uno de sus hijos iba a recibir, de manos del alcalde D. Isidoro Díez, la Medalla de Plata del municipio. A la hora citada, con el Salón de Plenos a rebosar, comenzó el solemne acto con el señor alcalde glosando la figura del homenajeado. En la presidencia, sentado en un gran sillón tapizado en granate, y acompañado por dos religiosos compañeros de la Orden, el Padre Tomás, protagonista del homenaje, no perdía ripio. Escuchaba atentamente la glosa del alcalde y, de vez en cuando, sonreía y negaba con la cabeza a la vez que cerraba los ojos, escondidos detrás de sus gafas, como si lo que decía el señor alcalde no pudiera ser verdad. Pero lo era, vaya si lo era.

Todo comenzó un 17 de mayo de 1923 cuando Simeón, su nombre de origen, llegó a este mundo en el pueblo de Acebedo. Su niñez transcurrió plácidamente en un entorno familiar dedicado por entero a la economía de subsistencia. El P. Tomás recuerda a D. Basilio con un cariño especial por haber sido su primer profesor de una muy larga lista de insignes docentes, después de haber dedicado media vida al estudio. Un día en la escuela D. Basilio mandó a los alumnos que escribieran en su pizarra, entonces no había un cuaderno para cada materia y todo el estudio y aprendizaje se hacía en una sencilla pizarra, la profesión a la que se iban a dedicar de mayores. Todos escribieron con mucha ilusión aquello que les pareció más oportuno: unos serían pastores, otros labradores, otros maestros… El niño Simeón no sabía que lo que él iba a escribir en aquella pizarra, cogida en la pizarrera de La Uña, marcaría su vida para siempre. Y lo que escribió en aquella pizarra, con la inocencia y la candidez propias de un niño de seis u ocho años fue… misionero en África.

Comenzó en ese momento una muy larga vida dedicada al mundo de la cultura, a Dios y a la Iglesia, lejos de su Acebedo natal, al que siempre ha llevado en su corazón. Una vida que le ha llevado a residir en varios países de Europa, a dominar varios idiomas, entre ellos el latín, y a adquirir una vastísima cultura, llegando a ser, posiblemente, la persona más ilustre de toda la historia del pueblo y una de las más ilustres personalidades de nuestra comarca.

Enumerar tan extensa hoja de ruta con minuciosidad llevaría varias páginas. Un escueto resumen nos dice que Simeón Álvarez Fernández, nació en Acebedo (León), en 1923, cursando humanidades en Calahorra entre 1934-1938. Profesó para la Orden de los Carmelitas Descalzos en 1939 con el nombre de Tomás de la Cruz. Estudió en Burgos entre 1939-1942 y en Oviedo entre 1942-1946, donde fue ordenado sacerdote. Se doctoró en Teología en el Angelicum de Roma en 1951. Master en Biblioteconomía y Archivística, Licenciado en Historia, ampliando estudios en Viena. Profesor en la Universidad de Roma desde 1954-1980, llegando a ser Decano y rector entre 1967-1970. Numerario de la Pontificia Academia de Santo Tomás, diplomado en Paleografía, numerario de la Academia Fernán González de Historia y Bellas Artes de Burgos, profesor de la Facultad Teológica de Burgos de 1982-1995, profesor de historia y doctrina Teresiana en el CITIeS de Ávila, conferenciante universal, desde Paris o Roma hasta Estados Unidos o México, director de varias revistas como “Teresianun” en Roma o “Monte Carmelo” en Burgos…

El curriculum del P. Tomás asusta. Algunas personas necesitaríamos vivir varias veces para poder hacer tantas cosas y aún así, no tendríamos tiempo suficiente. Y todo ello sin hablar de su faceta de escritor e investigador, con múltiples libros publicados en varios idiomas por lo que fue merecedor del Premio Nacional de las Letras en el año 2006 que le fue entregado en la ciudad de Ávila el día 10 de octubre de 2006. Y qué no decir de su gran debilidad y especialidad: Santa Teresa de Ávila. El P. Tomás es considerado el mayor especialista a nivel mundial en la vida y obra de la Santa. Ha publicado en facsímil todas las obras autógrafas de Santa Teresa y contribuyó de una manera decisiva para que fuera proclamada primera Doctora de la Iglesia. En su haber está el haber hallado en Florencia y Savona dos escritos autógrafos de Teresa de Cepeda y Ahumada, el nombre de pila de Santa Teresa de Jesús…

Pero el P. Tomás no parece darle mayor importancia. En la cercanía es una persona afable, sencilla, prudente, que camina apoyado en un cayado como la hacían los pastores de sus sueños en la Pastorada de Acebedo, el único signo que delata su edad ya que mantiene un estupendo y saludable aspecto. Rezuma cultura y saber por todos los poros de su cuerpo, lo que evidencia una mente privilegiada y una inteligencia fuera de lo común. Cuando le comunicamos nuestro deseo de ser “Montañés Notable” en nuestra Revista Comarcal nos sorprendió diciendo que era un chaleco demasiado amplio para un aldeano como él. Una prueba más de su humildad y de su bonhomía. Valiéndonos de las modernas técnicas de comunicación nos hemos acercado a la gran figura del P. Tomás en su residencia de Burgos, donde vive y sigue trabajando cada día, según nos cuenta, negándose a aceptar el status de jubilado, a pesar de sus 87 años de edad. Admirable obstinación. Sus respuestas no tienen desperdicio pero dejan entrever una velada nostalgia hacia el pueblo que lo vio partir hace casi 76 años, en el mes de septiembre de 1934:

 

¿Qué siente un niño de 11 años cuando es apartado del seno familiar y sale de su pueblo natal hacia un destino desconocido en el año 1934?

- Un mínimo de ansiedad y un máximo de espíritu de aventura. Así en mi caso. Por primera vez viajaba yo en tren. De Acebedo a Calahorra, dos días de viaje. Noche en Bilbao. Paisajes nunca vistos, ajetreadísimo tren de La Robla, desfile de tipos y modelos abigarrados. Era un mes antes de la revolución de Asturias. El “fortissimo” emocional llegó después, con la guerra de 1936. Soledad desoladora, que me marcaría para toda la vida. Me mantuvo en pie el resorte de un ideal naciente…

 

Esa “soledad desoladora” de la que habla se acentuó mucho más cuando le llegó la triste noticia de la pérdida de su hermano Tomás, que cayó víctima inocente de la desgraciada contienda civil, como tantos otros de ambos bandos. Como homenaje a esa pérdida irreparable, decidió tomar el nombre de aquel, pasando a llamarse Tomás de la Cruz.

¿Cómo recuerda a su Acebedo natal después de 76 años de ausencia?

-  Aquel Acebedo era más autóctono, más polícromo, lleno de vida. Quizás demasiado cerrado sobre sí mismo. Sin teléfono, sin radio, sin periódicos. Con exiguos resquicios de oteo y apertura al mundo: por ejemplo, el coche de línea “León-Acebedo”, los feriales, las trashumancias. Los niños teníamos escuela propia, y nueva. Las niñas, otra. Repletas ambas.

¿Se interesa el P. Tomás por los problemas de su comarca, la comarca de Riaño?

-  Sí, me intereso y mucho…pese a mi lejanía y frustraciones.

¿Sabría nombrar algunos de los graves problemas que están asolando la comarca?

-  No me atrevo a diagnosticar. Me duele la despoblación. La merma de escolares. La dispersión de los emigrantes… solidarizo con las iniciativas en marcha, gracias a Asociaciones Culturales, como la Asociación Cultural “Virgen de la Puente”, de Acebedo y otras.

¿A qué dedica el P. Tomás su tiempo libre, si es que lo tiene? ¿Qué hace un religioso jubilado?

- Trabajo y trabajo. Desde joven tengo el vicio de trabajar. Ahora, al servicio de una imprenta-editorial, estudio, escribo, traduzco, selecciono libros extranjeros, corrijo pruebas de imprenta (el corrector de pruebas es el “picapedrero” de la imprenta). Sin arrogancia, puedo asegurar que no me siento jubilado.

Sabemos que el P. Tomás es un gran vaticanista y no resistimos la tentación de recabar su opinión sobre los ataques que en estos momentos recibe la Iglesia Católica y en concreto el actual sucesor de S. Pedro, Benedicto XVI. Se muestra tajante y categórico en su respuesta recurriendo a la historia de la Iglesia, soslaya gran afecto y admiración por el Papa actual y se declara buen conocedor del Papa anterior Juan Pablo II, compañero de estudios en la misma facultad romana:

Usted que ha vivido muchos años de su vida en Roma, tanto de alumno como luego de profesor, y ha tenido relación directa con el Vaticano ¿Qué le parece la corriente de opinión que mantiene que el Papa Benedicto XVI lleva en crisis los cinco años de su mandato?

-  Esa manoseada “crisis de Benedicto XVI” es, a mi ver, una trama de ataque y un montaje mediático. Cosa nada nueva en la historia de la Iglesia. Desde Nerón hasta Napoleón, a la Iglesia le ha tocado recibir bofetadas. Clamorosamente injustas también ahora después de Hitler y Stalin.

- ¿Se podría decir que Benedicto XVI ha demostrado ser un Papa valiente, cuando se le vaticinaba un papel cómodo y transitorio en el devenir de la Iglesia Católica?

-  A su predecesor Juan Pablo lo tirotearon en la Plaza Vaticana, y triunfó arrolladoramente. A este sucesor suyo se procura a toda costa cortarle el paso antes de iniciar la marcha. Y no han logrado quebrarle los pies, ni la serenidad de la mirada, ni la veracidad, ni la valentía. Humilde y señero, como el Jesús del Evangelio. En su quinquenio de pontificado no logro destacar un solo episodio de desfallecimiento.

- Siguiendo con el tema papal en el que usted es un gran experto, ya que su libro de más éxito a nivel mundial versa sobre los 265 Papas que ha tenido la Iglesia, y siendo Doctor en Teología, ¿Cree que Benedicto XVI es un buen teólogo?

-  Precisamente en ese modesto librito que aludes –mi “Diccionario breve de los Papas”-, dedico la última semblanza a Benedicto XVI, recién electo. Y en ella destaco su calidad intelectual: profesor en las universidades alemanas de Bonn, de Münster, de Tubinga, de Ratisbona. Autor, ya entonces, de 700 unidades bibliográficas, con no menos de 37 libros publicados en España…Resumo: Benedicto XVI es un gran teólogo alemán; como historiador, es buen conocedor del hecho religioso (e interreligioso); es un buen liturgista, lector asiduo de la literatura litúrgica griega y demás orientales. Me encanta su “Autobiografía”, el mejor libro para conocerlo.

¿Cómo conoció al Papa Juan Pablo II? ¿Qué recuerdos personales guarda de él?

- Difícil responder tan breve. Nos conocimos de estudiantes en la Universidad romana del Angelicum. Yo de 26/28. Él, de 28/29. En confianza, le pedí un ejemplar de su tesis doctoral. Me lo dio y me indicó el capítulo que yo podría traducir. Así lo hice y lo publiqué en español ese mismo año 1948 en Burgos. Es uno de sus primeros escritos llegados a las prensas. Más tarde, ya en el Teresianum de Roma (1960), reanudé mi relación con él durante el Concilio Vaticano II. Años después siendo Papa, en una audiencia privada, al anunciar mi nombre el presentador, recuerdo su reacción espontánea: “Dunque è lei” (¡es usted…!), mientras me apuntaba con el índice de su mano derecha. Aún poseo la foto de ese momento. Hacia el final de su pontificado (año 2000) tuve el honor de hacerle la presentación de un ejemplar de mi edición facsimilar de un autógrafo escurialense de Santa Teresa. Más que todos esos episodios, recuerdo su mirada rápida y penetrante, su bondad, su cercanía…

En el universo infantil del P. Tomás había una obra de teatro local, con orígenes remotos, que dejó de representarse hace más de 40 años, que llaman Pastorada. Sin embargo, aquellos personajes de pastores incrédulos ante el nacimiento de Jesús, representados por vecinos del pueblo y que él apenas reconocía, confundido por la ficción del espectáculo, dejarían en él una huella imborrable en el transcurrir del tiempo:

Sabemos que Acebedo ha conseguido recuperar, gracias al estudioso D. Marcelino Díez, una obra de teatro de origen medieval, que allí conocen popularmente como La Pastorada, con la finalidad de publicar sus textos y su música y volver a llevar a cabo su representación. ¿Qué significa para usted la recuperación de esta antigua tradición y cómo la vivió en su infancia?

- Para mi esa obra teatral es una joya de los fastos de Acebedo. Con doble valor: índice de cultura y de religiosidad popular a buen nivel. Me congratulo de corazón con D. Marcelino Díez y contigo, ya que ambos trabajáis actualmente en su edición y difusión. Su representación de antaño en las aulas de nuestra escuela acebedense –hacia 1930-, queda viva en mi memoria como uno de los recuerdos más fascinantes de mi infancia. Recuerdo, uno a uno, a sus personajes. Siguen frescas y límpidas en mi memoria estrofas enteras cantadas por el ángel o por las zagalas o las imprecaciones de Herodes y su “contra diciente”. Lástima que no perviva su transmisión en el Acebedo de nuestros días. Estoy convencido de que su próxima edición en letra de molde los hará revivir en los acebedenses de la villa y de la diáspora. Mil gracias a D. Marcelino por su excelente trabajo.

- El Ayuntamiento de Acebedo le concedió el pasado 3 de abril la mayor condecoración que ha concedido a lo largo de toda su historia ¿Qué significó para usted ese acontecimiento?

-  Fue, ante todo, una ratificación de mi “ciudadanía” de origen. Soy y me siento, no de Roma ni de Burgos, donde he pasado tantos años, sino de Acebedo. En el recuerdo y la emoción de ese tres de abril prima en mi un solo sentimiento: la gratitud, no sin cierto rescoldo de que otros merecen la medalla honorífica más y mejor que yo.

Sin duda se refiere ahora a dos compañeros y amigos de la infancia que también llegaron a profesar en la Orden de los Carmelitas Descalzos y fueron ordenados en el mismo año que el P. Tomás, en 1946. Sin duda que los mozos de Acebedo tuvieron trabajo aquel año cortando y pinando mayos. Estos dos religiosos, el P. Gil y el P. Norberto cumplirían a rajatabla el sueño infantil del P. Tomás y fueron misioneros, no en África, sino en el mismo corazón de Sudamérica, en la Selva del Amazonas. El P. Gil contrajo allí las fiebres tifoideas muriendo relativamente joven. El P. Norberto aún disfruta de la vida con salud a sus casi 90 años de edad.

¿Cómo vivió la concesión del “Premio Nacional de las Letras, 2006”, galardón que solo ha sido concedido a grandes personalidades del mundo literario, como al gran poeta José Hierro?

-  Lo viví como el coronamiento de mi trabajo profesional. Gran parte de mi vida de profesor y de estudioso se han centrado en la persona, la obra, el pensamiento y la espiritualidad de Santa Teresa. Ya antes de ese premio tuve el honor de colaborar en su proclamación como primera mujer Doctora de la Iglesia. He publicado en facsímil todos sus autógrafos del Escorial. He colaborado en la versión de sus obras a una docena de idiomas: al francés, al italiano, al inglés, al portugués, al finlandés, al catalán, al árabe, al coreano, al gujerati… Disfruté, además, porque el premio se me otorgó en Ávila, muy cerca de la casa natal de la Santa.

- Para finalizar ¿Le gustaría hacer algún comentario sobre algún tema por el cual no le haya preguntado este aprendiz de periodista?

-  Uno solo. Darte las gracias por ayudar con toda tu alma a nuestra villa de Acebedo y por preocuparte por los problemas de la comarca. ¡Mi enhorabuena!

-  Muy agradecido.

El P. Tomás Álvarez debe de ser, si aún no lo es, un referente cultural y personal para nuestra comarca. Bien es cierto que no habrá ido a muchas hacenderas en su pueblo natal ni habrá participado de forma activa en nuestra historia reciente pero siempre ha llevado a su pueblo en su corazón y paseado el nombre de su tierra y su comarca por todos los rincones del mundo al más alto nivel. Ese amor por sus raíces quedó plasmado en un libro muy especial para él: “Acebedo: 20 siglos en la montaña de León ”, libro que dedicó a las gentes de su pueblo y cuyos suculentos beneficios donó íntegramente al pueblo de Acebedo para la restauración del retablo de la iglesia de San Nicolás de Bari, de valor incalculable. Gracias a él, y a otros donativos anónimos, la magnífica obra de arte gótica del siglo XIV, luce majestuosa en el presbiterio de la citada iglesia para deleite de los vecinos de esta villa y foráneos que deciden visitarla.

Pero su mayor logro cultural para el pueblo lo constituye, sin duda, el haber sido depositario y restaurador del Códice de Acebedo, un libro que data del siglo XVII y recoge la Ordenanzas de la Villa y un sinfín de escritos antiguos sobre la vida y costumbres del pueblo en siglos pasados. Esta joya cultural fue salvada de la barbarie por un hombre conocido como Benito “Bombón” y entregado al P. Tomás en Oviedo poco antes de su muerte. El P. Tomás lo restauró y lo devolvió de nuevo al pueblo en 1996, donde hoy se conserva a disposición de futuros estudiosos.

 

Una vidriera de notable valor, con la imagen de la Virgen de la Puente, donada por nuestro Montañés Notable, filtra luz de colores a la capilla desde su última restauración llevada a cabo por los vecinos del pueblo, con Juan Rodríguez a la cabeza, en 1992. Una prueba más de su infinito amor y agradecimiento al pueblo de Acebedo.

 

Después de toda una vida consagrada al estudio, a la enseñanza y a su vocación religiosa al P. Tomás solo se le atisba un deseo mundano no cumplido: haber pasado solo 11 años de su vida en su Acebedo natal.

Enrique Martínez // Mayo de 2010