ASCENSION AL PICO CONVENTO (MACIZO DE MAMPODRE)

El día 7 de Agosoto de 2008, jueves, se había convocado por la Asociación Cultural y dentro de las actividades de la I Semana Cultural, a todos los amantes de la montaña a una ascensión al cercano Macizo de Mampodre. Amaneció un día algo brumoso y fresco, que resultaría a la postre un gran aliado en las imponentes laderas de Mampodre. Los montañeros, bien equipados, iban acudiendo a la plaza de la Picota a las 8 de la mañana, como se había previsto, con caras de sueño los más jóvenes. A las 8 y cuarto, el respondable y buen conocedor de la ruta, Pedro Cimadevilla, dio la voz de partida. Caras de ilusión y entusiasmo en los primeros metros. Ruido de palos, bastones y botas chocando contra el suelo. Emoción contenida. Pasamos el puente Molín de Cano, dejando la piscina a nuestra derecha. Poco a poco, vamos ascendiendo camino arriba, teniendo, desde el principio, la vista puesta en el pico Convento, final de nuestra ruta. Lo vemos allá arriba, desafiante, majestuoso, con su cumbre apuntando al cielo, semiescondido detrás de la cumbre del Bajarto.

Al principio, el grupo marcha compacto pero cuando giramos a la izquierda, en la Mata la Arenera, y enfilamos la primera rampa seria, el grupo se rompe y cada cual va a su ritmo. Al cruzar la Cruz del Rayo ya se observan diferencias notables, por lo que decidimos esperar a las últimas pociciones. La marcha se había anunciado por niveles y puede que alguien esté pensando ya en abondonar. Pero no es el caso. La marcha continua a buen ritmo y ya tomamos la dirección de Prao Escobio, enfrente de la caseta de las ovejas.

El Prao Escobio nos recibe lleno de sol y con la temperatura aún fresca a estas horas de la mañana. Se produce un reagrupamiento, si bien hay montañeros que marchan delante. Algún montañero argumenta que para sus años ya estuvo bien y decide quedar en Prao Escobio. Se reanuda la marcha y algunos deciden subir hasta los Hoyos a través del arroyo, en dirección oeste. El grupo en el que viajamos decide remontar la ladera, a través de una cómoda vereda de ganado, y ganar el camino, que nos conducirá hasta Los Hoyos. En este punto de la ruta perdemos algunas unidades más que diciden volver a Prao Escobio y esperar allí la hora de la comida.

Es en Los Hoyos donde comienza la verdadera ascensión al pico. Con la mayor parte del grupo ya en plena subida, los rezagados decidimos atacar por una pala situada en la cara oeste de las estribaciones y que, una vez coronada, girando completamente al norte, nos dejará en la fuente de Los Cubos. Tomamos algo de alimento y agua y nos disponemosa a atacar el tramo de aproximación. Pronto observamos que el grupo marcha completamente roto y vemos varios montañeros que han decidido atacar el pico por el centro del circo. Nuestro grupo se dirige a las faldas del Bajarto para circunvalar su base y llegar a la cara norte, ganando altura poco a poco. Con nosotros viajan Carmen y Paula, que marchan muy despacio. Otras dos unidades parecen darnos alcance pero nos hacen señales de que no esperemos. A través de un inmneso cervunal, con el valle de Cosalines a nuestros pies, Maraña allá abajo, a nuestra derecha y el pueblo a nuestras espaldas, con un panorama de ensueño, damos vista a la cumbre del pico, donde ya se observan algunos montañeros en lo más alto. La arista se nos ofrece expléndida, llena de puntos de colores, a modo de hormigas, que no son otros que nuestros propios compañeros de ascensión. El tiempo ha decido seguir siendo nuestro aliado y una ligera brisa refresca, de vez en cuando, nuestros rostros sudorosos.

En este punto, y una vez que dejamos a nuestras compañeras perfectamente situadas y seguras, atacamos la cumbre sin miramientos. Lo hacemos por la misma arista que se defiende ofreciendo una endiablada verticalidad. Pero a estas alturas, y nunca mejor dicho, ya tenemos el motor en forma y ascendemos casi sin parar. Bien es cierto que veniamos descansados, ayudando y animando a otros. La cumbre a 50 metros era lo más parecido a una romería. Pocas veces el Pico Convento habrá visto tanta algarabía en su cima. Las felicitaciones se suceden y no faltan los comentarios y anécdotas graciosas que llenan de alegría y concordia el ambiente. Las cámaras fotográficas no descansan. La ocasión lo merece. Que recordemos, nunca antes habían ascendido 36 personas juntas. Maria Reyero, la más joven de la expedición, 8 añitos, devora una chocolatina, sentada al lado de su tia Yoli. Setenta años, que se dice pronto, separan a Maria de Germán, el más veterano de nuestra expedición con sus 78 años, cumplidos el día de San Antonio, y que afirma que es ésta su despedida del Pico. Observamos el panorama mientras comemos y compartimos galletas de coco y nos encontramos con nuestras viejas amigas de siempre: en el mismo macizo, La Cruz (2.192 m.), Cervunal o Valcerrao y la Polinosa. Un poco más lejos, en la misma dirección, Pico Lago, siguiendo a nuestra derecha, Peña Ten, al fondo Picos de Europa donde destaca la pirámide casi perfecta de Peña Santa, en el este divisamos Coriscao, el mejor mirador de Picos, Peña Prieta, Tres Provincias, Pico Murcia, Espigüete, Yordas o Burín. Y aquí al lado, Peña Brava.

Las últimas en ascender, Maria Elena y Visi, llegan casi extenuadas y son recibidas con un sonoro aplauso, ya que fueron las únicas que, ademas del Pico Convento o Mediodía, donde nos encontramos, coronaron el Pico Bajarto, como en un principio había previsto nuestro Jefe de Expedición. Después de las fotos de grupo y una vez recuperados del esfuerzo, comenzamos el descenso, que se hizo por dentro del circo, sorteando las pedrices. De nuevo nos quedamos en la cola previniendo las dificultades en la bajada. Pronto tuvimos dos clientes: Alberto y Maria. Alberto bajaba completamente atenazado por el miedo y cualquier piedra que pisaba le parecía capaz de traicionarle. Les explicamos que la bajada se hace por intuición buscando con la vista los lugares más favorables y apoyando correctamente los pies. Que las pedrices son relativamente fáciles de bajar si clavas los talones y echas el cuerpo hacia atrás. Pero contra el miedo no hay muchas recetas. Poco a poco, y con muchas precauciones conseguimos dejarlos en lugares seguros, sin más novedad que un par de "culadas", mientras el resto de la expedición se perdía nevero abajo.

Con un pequeño descanso en la fuente Los Cubos para sacar las piedras de las botas y beber sus gélidas aguas, nos encaminamos al Prao Escobio, lugar donde nos esperaba el grueso de la expedición, además de algunas caras nuevas que tuvieron a bien subir para acompañarnos en la comida. Cada uno sacó sus viandas y sentados debajo del hayona de Prao Escobio, dimos buena cuenta del chorizo y el pan de Maxi. Hubo quien puso hasta mantel, ante el espanto de Charo, nuestra más veterana montañera, que jamás había visto nada semejante en sus muchas expediciones y se negó a "sentarse a la mesa" devorando su bocadillo apoyada en una enorme piedra, como había hecho siempre. A pesar de la opinión de Charo, fue la "mesa" más visitada al final de la comida. Luz Mary y Asun, muy previsoras, habían subido un termo de café, pastas de nata y unas gotas de orujo. El ambiente, lo mismo que durante toda la jornada, era excepcional y no faltaban las bromas y los chistes que creaban una atmósfera casi familiar. Poco a poco, la expedición se puso en camino hacia el pueblo, donde esperaba una reconfortante ducha que nos iba a preparar para asistir al primer concierto de música clásica de la historia del pueblo, depués de haber disfrutado de una verdadera jornada de alta montaña.

Fue un día de madrugar, de mochilas, de palos y bastones, de sudor, esfuerzo y recompensa, de concordia y amistad, de salud.... Fue un día distinto y fue un día histórico ya que nunca antes habían subido al Pico Mampodre 36 montañeros a la vez. El día 7 de Agosto de 2008 pasará a la historia. Nosotros estuvimos allí y os lo contamos.