Texto y fotos: Miguel Valladares Alvarez
El fenómeno del megalitismo no debe entenderse como una cultura propia, tampoco como una época determinada, ni tan siquiera como una fase o edad prehistórica, simplemente se trata de una circunstancia común o moda que, en un mismo momento, compartieron distintos grupos culturales muy distantes entre sí.
El área de expansión de este fenómeno es muy amplia, encontrándose sus restos dispersos por los países nórdicos, Reino Unido, Irlanda, fachada atlántica francesa, Península Ibérica, incluso norte de Marruecos, y algunas áreas del Mediterráneo. Las pocas excavaciones que se han llevado a cabo en distintos yacimientos, han dado como resultado para el periodo megalítico una fecha que va desde el -3.800 al -800, lo que viene a coincidir con las etapas finales del Neolítico y los comienzos de la Edad de los Metales, hallándose alguno en plena Edad de Hierro.
El megalitismo (mega, grande; líthos, piedra), presenta varias expresiones, dólmenes, menhires, crómlech, distintos tipos de alineamientos, grandes y toscas moles verticales que en ocasiones alcanzan las 10 toneladas.
Aunque no se pueda precisar con toda seguridad su función, utilidad, atribuciones temporales y culturales, algunas de ellas parecen estar ligadas a ritos o costumbres funerarias.
Nuestra Montaña presenta algunas de estas expresiones megalíticas, la más conocida, sin duda, el menhir de La Uña. Es un empeño particular de esta Revista dar a conocer y valorar la diversidad, grandiosidad, y MONUMENTALIDAD de la historia de nuestra tierra, aprovechando la ocasión que da este medio para seguir revindicando la creación de un Parque Temático de la Historia que incorpore toda esta riqueza al escaparate de la Montaña de Riaño.
LOS CRÓMLECHS
El vocablo Crómlech (crom, curva; lech, piedra), proviene de la lengua Bretona, norte de Francia, y designa un monumento megalítico formado por piedras o menhires clavados en el suelo y que adoptan una forma circular cercando un terreno. El círculo de este tipo más famoso es el de Stonehenge en Inglaterra. En el caso de la Península Ibérica son de menor diámetro, más toscos y piedras de mucho menor tamaño.
La distribución de los Crómlech al sur de los Pirineos se circunscribía hasta ahora al País Vasco y Navarra, Cantabria y norte de Burgos.
Los Crómlech pirenaicos se asocian con la Edad de Hierro, por las prospecciones llevadas a cabo se sabe que tenían una función funeraria, siendo sepulturas colectivas, cementerios de la Edad de Hierro, donde enterraban sus cenizas después de incinerar los cadáveres en otro lugar fuera del Crómlech.
ACEBEDO: LA MAJADA
ESCOBIO
Tomando desde el pueblo de Acebedo la vía hacía el Valle de Cosalines, a poco mas de 1 kilómetro, se toma a la izquierda la ruta que da acceso a los valles de Solle. A similar distancia y a la derecha, parte el camino que se adentra en el Monte Cea y que, tras otros 1.300 metros, acaba en la Majada del Escobio, una pradería a una altitud de 1400 m. y con un área próxima a las 5,5 hectáreas.
A la izquieda del camino y sobre la plataforma que libra el curso del arroyo que desciende de las faldas de Peña Mediana, se hallan dos estructuras circilares separadas una de otra apenas 8 metros. La más próxima al arroyo, es la más llamativa, tiene unos 22 metros de diámetro y ocupa una superficie aproximada de 385 metros cuadrados, presenta una abertura a modo de entrada en su lado oeste. Las piedras provienen del curso del arroyo y no todas las piedras están clavadas en el suelo, pero las que lo están, describen perfectamente una circunferencia, sin que ninguna de ellas sea caliza. El Crómlech ni tiene pedras de gran tamaño, no sobrepasando ninguna los 3.000 kilos; entre ellas destaca sobremanera a la derecha de la entrada al recinto, una laja arenisca de 1,20 metros a la vista, no llegando al metro en su parte más ancha y con un grosor que supera los 25 centímetros. Está hincada en el suelo y se observan otras en su base, formando una especie de zócalo.
Lo más llamativo de la piedra está en su cara interior, en donde sin mucho esfuerzo, se aprecian una serien de signos y otras asimetrías indescriptibles que, de confirmarse como tales, serían los primeros signos existentes en la comarca. El segundo círculo es algo más pequeño, está cubieto por la vegetación y parcialmente destruido, faltando al menos la mitad de su circunferencia. No se distingue a simple vista entrada alguna. Su diámetro no supera los 14 metros, con un área aproximada de 177 metros.
La particularidad de este Crómlech está en su interior, se aprecia relleno hasta la altura de las piedras verticales que conforman el círculo y su cubierta es de piedra, adquiriendo una forma de cierta tarta petrea. Desconocemos excavaciones en el área del Cantábrico. Como ya hemos comentado anteriormente, se ha llevado a cabo algún trabajo en el País Vasco y Navarra lo que ha permitido establecer su uso en la Edad del Hierro I (Hallstatt), un milenio antes de nuestra era, antecesores por tanto, de los Cántabros Vadinienses.
Estos antiguos habitantes de Acebedo escogieron para asentarse una pequeña llanura a medio camino entre el frondoso bosque y las peñas calizas, siedo además la puerta de acceso a otros amplios valles de ricos pastos. El poco espacio para prácticas agricolas y la cercanía del bosque, en su contexto recolector, podría ser un indicador de que aún no eran capaces de autoabastecerse produciendo sus propias cosechas, o al menos, no lo suficientemente. De hecho a la llegada de los romanos el pan aún era de bellota.
Aparenta ser un grupo no muy numeroso, de tipología pastoril, establecidos de manera fija en la majada, practicantes de una gandería primitiva en la que aún no existía la estabulación (la güadaña, como el arado, iban a hacer aparición en centroeuropa en la fase del Hierro II o La Téne (-540) y apenas alcanzaron proyección al sur de los Pirineos, (llegó antes la cultura romana), se pastorean especies perfectamente adaptadas al medio que le proporcionan dos elementos esenciales: carne y lana. Estas antiguas cabras, ovejas, son especies predecesoras de las actuales.
Otro detalle importante de este asentamiento es la falta de piedra como elemento constructivo, este dato confirma la vivienda tipo de este periodo en toda la franja cantábrica, diferenciándose de las edificaciones con paredes de piedra del area galaico-astur. Las cabañas cántabras estaban construidas con paredes de barro y varilla de avellano, el armazón era de madera y la cubierta de ramaje, encontrándose sólo la piedra en su cimentación. La linea fronteriza entre ambos tipos constructivos se situa no muy lejos del rio Sella .
La falta de excavaciones en la zona, pese al gran número de yacimientos, nos impide saber si estos grupos eran gentes autóctonas, descendientes de las gentes neolíticas, ya que sabemos estuvieron afincados en la zona, o provenientes de las distintas oleadas que desde el - 600 cruzaron los Pirineos y se establecieron en el Norte de la Península. En cualquier caso, ya sea porque sobre este sustrato de población caló hondo lo céltico, ya sea porque en realidad lo fueran, lo que si está claro es que estamos ante los antecesores de los Vadinienses, si no lo eran ya, tribu cántabra documentada desde finales de la Edad del Hierro, - 175, hasta su absorción por el mundo romano.
Llama particularmente la atención, se se confirma, que estos Crómlechs, como los del tipo pirenaico, perteneciron a la Edad del Hierro, el número, tipología y la cronología de los enterramientos prehitóricos que exitirían en el Ayuntamiento de Acebedo, algo desde luego inusual.
Si hay una huella que el hombre ha dejado a su paso desde tiempos prehistóricos es la forma en la que ha enterrado a sus muertos. En este Ayuntamiento encontramos restos de sepulturas desde tiempos neolíticos, 5000 a. C., como el caso de la Cueva del Burro en La Uña, del tipo individual. También en La Uña, en este caso en La Vega, encontramos otro tipo de enterramientos relacionados con el calcolítico, el túmulo, probablemente aún de carácter individual. Igualmente en túmulo, pero posiblemente ya de signo familiar, en los de El Llano de la Vírgen, término de Acebedo y ahora los crómlechs, cementerios colectivos de la Edad del Hierro. Desde los albores del Neolítico, en el primero de los casos, hasta finales de la Edad del Hierro. ¿Son las lápidas vadinienses originarias de cementarios?
Miguel A. Valladares Alvarez
solasierra@terra.es