Ver video (click aquí)

Por segundo año consecutivo, la Asociación Cultural programó una ruta de alta montaña en los Picos de Europa. El trayecto a recorrer, de unos 18 kilómetros, nos llevaría desde Fuente De hasta Posada de Valdeón, cruzando por la Vega de Liordes .

De acuerdo con el horario previsto, a las siete y media de la mañana nos presentamos en la plaza de la Picota 44 “valientes” dispuestos a desafiar las empinadas cuestas de Picos.

Además de los montañeros, en la plaza se presentaron dos perros que no estaban inscritos, así es que no pudieron hacer la ruta con nosotros. Tampoco hubiera sido recomendable que nos acompañaran porque no llevaban mochila.

Una vez pasado el puerto de San Glorio y tras una breve parada en Potes para tomar un café y acabar de despejar el sueño, llegamos al parking del teleférico de Fuente De a las diez de la mañana.

Tras una breve parada para colocarse la mochila y aplicarse crema solar porque el día prometía ser caluroso, iniciamos la ruta cruzando unos prados en dirección al sendero que nos llevaría por la Canal del Embudo hasta la Vega de Liordes.

Lo que ahora es un sendero pedregoso, fue en su tiempo un camino de herradura por el que se bajaba el mineral de las minas de Liordes. Son los conocidos como los Tornos de Liordes, treintaicuatro revueltas que salvan un desnivel de unos 900 metros hasta llegar a lo más alto, el Collado de Liordes.

Dicho sendero atraviesa en sentido ascendente toda la Canal del Embudo. La antigua pista minera de Los Tornos en la actualidad se encuentra muy deteriorada por los continuos aludes, pero se mantiene como un buen camino para el paso de personas.

El grupo desafía las primeras rampas de la ascensión apiñado, pero no será así durante mucho tiempo. Somos muchos y, cuando la cuesta se empine, se verá quienes son los más fuertes.

Las curvas proporcionan un buen espacio para parar a “coger aíre” y poder mirar hacia Fuente De, que cada vez queda más lejos, allá en el fondo del valle.

También es el momento de envidiar a los ocupantes del teleférico que hace su recorrido a nuestra derecha y que en 3 minutos y 40 segundos salvan un desnivel parecido al nuestro cómodamente sentados en la cabina. Los últimos del pelotón tardamos en esta subida algo más de dos horas y media.

Porque el Mirador del Cable no es coincidente con nuestra ruta, sino más de uno nos habríamos dado la vuelta a mitad de la cuesta para subir sentados como esos que nos saludan agitando los brazos mientras el teleférico los sube a lo alto de la peña.

Los últimos tramos de Los Tornos son de roca viva. Para construir este camino en su día tuvieron que dinamitar la roca.

Poco a poco van desapareciendo las curvas y los pronunciados desniveles van dando paso a falsos llanos a la vez que se aleja la peña que hemos tenido encima de nuestras cabezas por la derecha y desaparecen los precipicios que nos han acompañado por la izquierda.

Estamos en el Collado de Liordes. A nuestra izquierda se observan las pedreras, lagunas y huecos en la roca de lo que en el siglo XIX fueron las minas de cinc de Liordes.

Casetón de la mina de Liordes (1891)

Después de haber “sufrido” las vertiginosas pendientes de Los Tornos, no podemos dejar de asombrarnos al pensar que por ese camino subían los carros tirados por bueyes hasta aquí arriba para cargar el mineral. Pero si nos produce asombro pensar que los carros subían vacíos, cuesta mucho más trabajo imaginar lo que sería bajar esas pendientes con los carros cargados hasta los topes, sabiendo que el más mínimo error suponía que carro y bueyes se despeñarían irremediablemente por el precipicio.

En el último peñasco del Collado, un hatajo de cabras sale a nuestro encuentro. Debe de ser el “comité de bienvenida” a la Vega de Liordes.

Enrique intentado engañar a una cabra, porque en la mano no tiene nada

Una vez superado el Collado, ante nosotros aparece la Vega de Liordes, una preciosa planicie verde rodeada de picos por todos lados. Un oasis verde en medio de un desierto de roca.

Parte del grupo posando para el fotógrafo. A su espalda, la Vega de Liordes

Ante nosotros se abre esta inmensa vega verde, un largo valle suspendido entre dos cadenas de picos que se cierran al noroeste y que tuvo en su día un lago. La laguna ha desaparecido colmatada, dando lugar a unos prados siempre verdes y a menudo encharcados por los que se han abierto paso algunos arroyos.

Después de beber agua en la primera fuente que encontramos junto a una escombrera, dejamos (por fin) de pisar caminos empedrados y nos dirigimos por la mullida campera en busca de otra fuente que hay a la orilla del arroyo al final de la vega, donde tenemos previsto instalarnos para dar buena cuenta de los que hemos pujado dentro de nuestras mochilas.

Poco más de una hora para comer y otra vez en ruta. Dejamos atrás la pradera y volvemos a coger un sendero empedrado y otra vez cuesta arriba. Nos dirigimos nuevamente hacia la peña, en busca de la Canal de Pedavejo.

 

El grupo vuelve a organizarse en fila de a uno porque el sendero no da para más. Volvemos a subir cuestas pero, después de haber superado los Tornos de Liordes, esto nos parece un paseo.

En este tramo cruzamos varios neveros. A lo lejos, en las laderas de la peña, también se distinguían unos cuantos neveros, todos ellos ocupados por rebecos que combatían el calor cómodamente tumbados en la nieve.

Una última mirada a la Vega de Liordes antes de afrontar el vertiginoso descenso

Una vez superado (con cierta dificultad para algunos) el último nevero, las cuestas arriba de nuestra ruta habían finalizado. A partir de aquí todo sería cuesta abajo.

Cuesta abajo sí, ¡pero que cuesta! Cerca de 400 metros de desnivel cortados a pico por un sendero pedregoso y encajonado entre peñas que a más de uno se le atragantó lo suyo.

Una vez finalizadas las duras pendientes de la Canal de Pedavejo, nos volvemos a reagrupar para tomar el sendero que nos llevará hasta el bebedero del Cabén de Remoña.

Hemos abandonado la roca y volvemos a caminar por la pradera. Un nuevo alto en el camino en el Cabén de Remoña para beber agua y llenar las cantimploras con agua fresca.

El ancho del sendero nos vuelve a obligar a caminar en fila por la ladera. Se agradece volver a pisar un suelo que no sea pedregoso y con ligera pendiente en descenso.

Una última parada en la majada de Torones y desde aquí de una tirada hasta Posada de Valdeón.

El último tramo antes de llegar al pueblo de Prada lo hacemos por un cómodo camino de carro que atraviesa un monte cuyos árboles nos proporciona unas sombras que se agradecen. Empezamos a encontrar prados segados que nos anuncian que estamos llegando al fondo del valle.

A nuestra llegada a Posada invadimos el primer bar que encontramos y dimos buena cuenta de su provisión de cerveza y refrescos.

Nuestra ruta había finalizado. Después de un breve descanso en la plaza de Posada, a las siete y media de la tarde subimos al autobús que nos llevaría de regreso a Acebedo.

Ángel Cimadevilla Díez

Octubre 2013