Hasta no hace muchos años, en Acebedo las explotaciones se construían formando una unidad básica que estaba formada por el corral, la casa, la cuadra, la portalada y la hornera.
Casa de Barrio Arriba en 1957
En muchos casos, el espacio destinado a cuadra se subdividía en tres compartimentos diferenciados que eran utilizados por las vacas, atadas a los pesebres en un lateral y en el otro la corte para las ovejas y las cabras y el cubil para el cerdo. Según el censo ganadero de 1960, las cuadras y cortes en el Ayuntamiento de Acebedo daban cobijo a 763 ejemplares de ganado vacuno, a 29 de caballar, a 480 de ganado lanar y a 162 de cabrío.
La cuadra se construye al nivel de la calle y durante mucho tiempo el espacio de suelo que ocupaban las vacas (las aceras) era de madera de roble con el fin de aislar a los animales de la humedad. De madera eran también el resto de aparejos utilizados como las “colleras” con las que se ataban las vacas a los pesebres, el “enrejado” en el que se les echaba la hierba desde los cebaderos, las “extremeras” que separaban a una vaca de su vecina y los cajones en los que se mezclaba el pienso (mezcla de paja y harina).
Extremeras y pesebres de una cuadra de vacas
El recinto dedicado a la corte para las ovejas y cabras se cerca con paredes de tabla a media altura. Las cabras se ataban con colleras a los pesebres y las ovejas estaban sueltas. En muchas ocasiones, la corte de las ovejas tiene su propia edificación, independiente de la cuadra de las vacas. En estos casos suelen ser construcciones de pequeña altura.
No se necesitaba mucho espacio para instalar una corte
Pesebres de una corte de cabras
En la época de paridera de las cabras y las ovejas, dentro de la corte, se habilitaba un pequeño corralillo para las crías.
Recinto habilitado para corderos y cabritos
Colleras
Cuadras y cortes cerca del Campellín
El cubil para el cerdo se hace con paredes de piedra o ladrillo porque con su afición a estar continuamente “hozando” los cerdos terminaban por desvencijar cualquier armazón hecho de un material más débil. Si no se disponía de otro espacio más adecuado, encima del cubil se acomodaba el gallinero.
Cubil del cerdo, ubicado en la esquina de una cuadra
En el piso superior de la cuadra estaba la tenada en la que se guardaba la hierba, el otoño y la paja. La tenada solía tener una ventana de pequeñas dimensiones cerca del cumbre y el “boquero”, ventana más grande y utilizada para meter la hierba. Encima de cada pesebre se abre un hueco hacia la tenada, el “cebadero”, que se utiliza para suministrar en el enrejado la ración de hierba a cada vaca. El acceso a la tenada se hace desde la cuadra a través de una escalera de mano o de tablas ancladas a la pared que hacen la función de escalera, generalmente aprovechando el hueco del “cebadero” más próximo al boquero.
Cuando se dispone de espacio para ello, se prolonga uno de los aleros del tejado de la cuadra para crear la "portalada" que se utiliza para proteger de la lluvia y de la nieve el carro, los aperos de labranza y la leña de uso inmediato.
Portalada
En muchos casos a la portalada también se le pone un piso para aprovechar mejor la parte superior como ampliación de la tenada o para guardar los “coloños” de hoja con los que alimentar a las ovejas y cabras durante el invierno.
Portalada con piso para aprovechar la parte superior
Aunque menos habitual, otra edificación que encontramos en los pueblos de montaña es el hórreo, que se construye de madera y apoyado en el suelo sobre cuatro pilastras y un punto de apoyo central, generalmente de piedra, sobre las que se apoyan grandes vigas de madera que soportan todo el armazón y el tejado. Sobre cada pilastra se colocaba una piedra grande y plana para impedir el acceso a los ratones. Con el mismo fin, entre el último escalón de la escalera de acceso y el hórreo también se deja un hueco.
Hórreos de La Corralada
En el hórreo se almacenan, preservados de la humedad y de los ratones, los cereales, frutas, patatas, carne curada, quesos, etc. Aprovechando el hueco que quedaba debajo del hórreo se colocaban a cubierto pequeños aperos de labranza o leña. Este espacio también era muy apreciado en invierno por los perros.
Aunque hoy los hórreos prácticamente han desaparecido, en tiempos pasados fueron muy numerosos. El Catastro del Marqués de la Ensenada , a mediados del siglo XVIII menciona un buen número en pueblos donde hoy apenas si queda alguno: en Vegacerneja 20 hórreos, en Escaro 11, en Riaño 82, en Huelde 14, en Sajambre 65, en Lario 35, en Burón 45.
En la vigésimo segunda pregunta del Catastro del Marqués de la Ensenada se interpelaba a los vecinos de Acebedo acerca de “Cuántas casas habrá en el pueblo, qué número de inhabitables, cuántas arruinadas…” . En este tema nuestros antepasados dejaron constancia de que en aquella fecha había en Acebedo veintiséis “hórreos”.
Durante mucho tiempo estuvo permitido levantar el hórreo en suelo propiedad del pueblo y hasta no hace mucho tiempo de algunos de ellos se decía que tenían “derechos de vuelo, pero no de suelo”. Esta permisividad a la hora de levantar el hórreo originó en algún momento problemas, que las Ordenanzas de 1623 trataban de resolver con la normativa siguiente: “Item ordenamos y mandamos que por cuanto algunos vecinos tienen puestos sus horrios en exidos del Concejo y que por mucho tiempo se vendrán a levantar con el suelo en mucho daño y perjuicio de la república, mandamos que dentro de un año de la notificación deste capítulo los quiten de los dichos exidos, y si no los quitaren den de renta al Concejo por cada uno, en cada un año, un real y se haga cargo al procurador en sus cuentas” .
En otro capítulo se prohibía levantar hórreos en algunos lugares y se ordenaba quitar los ya edificados en ellos: “Item ordenamos y mandamos que ningún vecino de aquí adelante para siempre jamás, ponga horrio en el abrevadero, u cañada del Concejo, u salido, pena de mil maravedis, y el que estuviere en el salido le quiten del dentro de seis meses…”.
En Acebedo, además de los dos que continúan en pie, yo recuerdo otros tres hórreos; el de la tía Antonia, que estaba entre las casas de Porfirio y la de Gerardo, otro que había al lado de la casa de Tinines y el de Tina, que estaba en lo que hoy es el jardín de las casas de Angel y Carmina y Asun y Samuel.
El hórreo de Tina
Otra pieza imprescindible la constituye la hornera para curar y ahumar la matanza y que, en Acebedo, incorpora en muchas ocasiones el horno para hacer el pan.
Hornera que incorporaba además, el horno para hacer el pan, una pequeña portalada y hasta desván
Interior de una hornera poco después de la matanza
Para evitar el peligro de incendio que suponían los hornos en mal estado, las Ordenanzas establecían la figura de “Jurados de Hornos”. El capítulo de las Ordenanzas de Acebedo de 1818 establece que: “Los jurados de piérgoles y hornos las registrarán cuatro veces al año y apercibirán a todo el que tenga mal reparado la piérgol y el horno que amenace a peligro, y si a la segunda visita no estuviese al corriente, darán memoria al Concejo para que se le exija la pena de dos ducados, y la misma pena se cobrará al que amasase de noche, a no ser que haiga algún difunto”.
Mucho más expeditivos y con menos contemplaciones lo regulaban las Ordenanzas de 1623, que establecían :”Item ordenamos y mandamos que de aquí adelante y para siempre jamás la justicia y regimiento, cada uno en su tiempo, hagan y tengan cuidado de visitar las piérgolas y hornos, por el daño que puede resultar de no lo hacer y peligro de fuego a esta villa, y no los cumpliendo el dicho regimiento pague de pena cuatro ducados por la vez que no visitare, dos veces en el año, y el horno que pareciere no estar suficiente para cocer en él, le derriben libremente” .
En otras ocasiones el horno se construye adosado a la vivienda o, incluso, dentro de ella.
Horno adosado a la vivienda y con acceso desde la cocina
Horno construido en el interior de la vivienda
En esta casa, el horno para amasar estaba dentro de la vivienda. Después de algún que otro “problemilla”, con hundimiento incluido, Esther y Chuchi lograron reconstruir el horno e integrarlo como chimenea en el salón de su casa rural.
Panadería
Hace ya muchos años que Isidoro y Antonio convirtieron la vieja casa de Paula en la panadería que hoy todos conocemos y, en su horno, Maxi y Mireia se las ingenian para amasar el pan que necesitamos en Acebedo, en varios pueblos del entorno y hasta algunos de la vecina comunidad Asturiana.
A partir de la década de los años sesenta del siglo pasado se produce una importante disminución del número de habitantes de Acebedo y, por lo tanto, muchas casas se quedan vacías durante la mayor parte del año y las cuadras, horneras y otras instalaciones dejan de ser utilizadas de forma definitiva para el uso para el que habían sido construidas.
Antigua hornera reconvertida en sala de estar
Cuando no se les da una utilidad inmediata se convierten durante mucho tiempo en inmensos trasteros que contienen carros, arados, trillos, guadañas, rastros, orcas, bieldos, colleras, hoces, cencerros, heminas, cribos, cerandas, palas, picos, llanaderas, rasquetas, azadas, yugos, madreñas, cornales, melenas, sogas, guindaletas, máquinas de hacer chorizos y demás utensilios que durante mucho tiempo fueron imprescindibles y que a partir de entonces se dejaron de utilizar y comenzaron a estorbar en cualquier sitio que se coloquen.
Ejemplos de cuadras y horneras-trastero
A todos estos artefactos, y mientras se dispone de espacio para ellos, se van añadiendo otros “trastos” que se renuevan en las casas pero que sus propietarios se resisten a tirar, como colchones, camas, armarios, mesitas, etc.
Todas estas edificaciones, que durante tanto tiempo fueron indispensables para el desarrollo de economías basadas en la ganadería y la agricultura, han pasado a un segundo plano y ya no son de ninguna utilidad y las que quedan se reconvierten para otros usos mediante restauraciones en las que, a veces, resulta imposible identificar su función primitiva.
Ángel Cimadevilla Díez
22 de diciembre de 2009