RUTA DE MONTAÑA 2012

Día 9 de agosto, jueves

Pedro, nuestro guía en las rutas de alta montaña, se negaba a denominar "Ruta de Alta Montaña" al itinerario que había trazado para este día. Según él, el recorrido de este año no pasaba de ser "un paseo por el campo".

Lo reducido del trayecto y la poca dificultad del camino motivaron que la hora prevista para la partida fueran las 11.00 de la mañana. Sin embargo, las altas temperaturas del día anterior aconsejaron a Pedro anticipar una hora la salida para tratar de llegar a zonas de sombra antes de que el sol calentase fuerte, ya que la primera parte del paseo era en campo descubierto.

Como no nos fiamos mucho de lo que para nuestro guía significa la palabra "paseo", a las 10.00 de la mañana aparecimos en la plaza de la Picota veinte paseantes equipados como si fuéramos a subir el Everest.

Por el camino de Trempasaguas

El sol ya apretaba fuerte cuando cruzamos el Puente Grande. Continuamos por Trempasaguas arriba para seguir por los prados de la Vega Lloso, dejando a nuestra derecha el Castro de la Corona.

Por la vega Lloso arriba

Escuchando los sones de la gaita de Aquilino

La sorpresa del día nos la encontramos detrás de una curva a la altura del Duerno al toparnos de frente con un hombre que bajaba por la Vega la Uña tocando una gaita. Casi no podíamos dar crédito a lo que nuestros ojos veían. Más bien parecía una visión fantasma o un sueño surrealista. Pero no, la realidad se empeñaba en demostrarnos que aquel hombre era de carne y hueso y además, efectivamante, llevaba una gaita de verdad con roncón y todo y el hombre soplaba con todas su fuerzas y la gaita sonaba. No era una visión. Era pura realidad. Por un momento creímos ver un Quijote moderno que salía en busca de aventuras y, en lugar de Rocinante y lanza, se hacía acompañar de una sencilla gaita. Pero no, el gaitero no era otro que Aquilino el de La Uña, el dueño del "Mesón del Tío Aquilino" , de Vallecas, que, además de afamado mesonero, es gaitero aficionado en horas libres.

Allí mismo, en los prados del Duerno, con la Corona a un lado y el río Esla al otro, como testigos de excepción, tuvo la gentileza de deleitarnos con los sones de su gaita. Una vez terminada su inesperada actuación, Aquilino continuó tocando la gaita por la Vega Lloso abajo en dirección a Acebedo y nosotros continuamos nuestra ruta atravesando las resecas praderas de la Vega la Uña.

La primera sombra del día la encontramos a la entrada del valle que forma el río Viñuelas y, como se puede apreciar en la foto, la sombra de aquel salguero seguro que nunca había cobijado a tanta gente. Eran las once de la mañana.

De acuerdo con el horario previsto inicialmente, a las once se presentó en la plaza Elena, que llegaba desde León para participar en la ruta. Como nosotros habíamos adelantado una hora la salida, a esa hora se encontró con que la plaza estaba desierta. Advertida de que habíamos adelantado la partida por razones metereológicas, apañamos su incorparación al grupo a través del móvil.

Por la ladera del Monte Manzanilla, en aproximación al arroyo de la Recuajada

Avanzamos por el valle del río Viñuelas hasta el punto en el que se junta con el arroyo que baja de la Recuajada, y, por un sendero entre escobas, seguimos ascendiendo hasta reagruparnos en torno a la Recuajada.

Bebiendo agua en la fuente de la Recuajada

Por la derecha de la caseta continuamos en ligero ascenso para cruzar los llamardos en dirección a la fuente. Este año la fuente de la Recuajada estaba arreglada y Pedro no tuvo ninguna dificultad para llenar los diversos recipientes que le fuimos pasando para degustar el agua gélida que nace entre las hayas en una zona cubierta de hojas caídas durante el último otoño. Para muchos, el agua de esta fuente es la mejor de todo el término de Acebedo.

Cruzando el Monte Manzanilla

Una vez saciada la sed y renovada el agua de nuestras cantimploras, volvimos al camino para cruzar el monte Manzanilla al resguardo de las hayas y robles que nos proporcionaban una agradable sombra que nos iba a durar poco.

Un sol de justicia nos esperaba al finalizar las sombras del monte. Como recompensa, durante la siguiente hora de ruta, pudimos disfrutar de las magníficas panorámicas del macizo de Mampodre, del Valle de Erendia y de los Picos del Mediodía.

Por la ladera, en dirección al Sestil de Gustande. Al fondo, casas de Acebedo y Picos de Mediodía

Una vez superado el Peñón del Canto Cuquiello, abandonamos el camino para seguir los senderos que nos conducirían a Gustande.

A la sombra de un espino majuelo

La única sombra de la ladera nos la proporcionaban los espinos majuelos. Así que fuimos ascendiendo de "espino en espino" hasta dar vista a la Majada de Gustande. Desde la Collada del Sestil, ya se dominaba la Hoya de Gustande y pudimos ver que ya habían llegado al valle muchos de los que nos iban a acompañar en la comida. Una parte de ellos harían andando el resto de la ruta con el grupo.

En los bebederos de Gustande. Otra oportunidad para proveerse de agua fresca

Después de hacer acopio de agua fresca en los bebederos de Gustande, continuamos ladera arriba en dirección a las sombras de los primeros árboles del monte en la collada que comunica con los prados de Polvoredo. Ese era el lugar elegido para la comida y se había escogido para facilitar el acceso a los que quisieran acercarse a comer con el grupo de caminantes en todoterreno o caminando.

Pensando en la siesta

En una fantástica pradera, a la sombra de los primeros robles del Monte Manzanilla y al lado del camino, nos acomodamos los 37 comensales que compartimos el contenido de nuestras mochilas mirando hacia la Cueva del Gato. Como no podía ser de otro modo, también compartimos el vino de la bota de Fernando (la Besajaun), que no paró de circular hasta que en su interior no quedó otra cosa que aire.

Los benjamines del grupo. Aunque no esté en la foto David también estuvo

Una vez finalizada la comida, una parte del grupo volvió en coche o andando hacia Acebedo y el resto (26 caminantes) cruzamos el monte Manzanilla por el camino en dirección al Majadón para continuar por los senderos bien marcados hacia la Collada de Polvoredo.

Bajando por la mata de escobas en dirección a la Pandiella

El sol no daba tregua a esas horas del día, asi que la bajada desde la Collada de Polvoredo hasta el Llano la Virgen la hicimos de nuevo de espino en espino para beneficiarnos momentaneamente de su sombra.

A la sombra de un espino. Al fondo del valle la meta: Acebedo

Una vez en el llano, una última parada, esta vez más prolongada, a la sombra de los chopos que hay al lado de la fuente La Jagariz para reponer las fuerzas que necesitábamos para cubrir la escasa distancia que nos separaba de Acebedo.

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Video de la ruta (en proceso de montaje)

Ángel Cimadevilla Díez

León, agosto de 2012

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