En la corta vida de la Asociación Cultural y Deportiva "Virgen de la Puente" se han programdo y llevado a cabo actividades que hubieran sido un sueño no hace muchos años. No vamos a relatar aquí ninguna de esas actividades. Casi todo el mundo las conoce y en otro apartado de esta web están colgadas a perpetuidad. Pero está claro que teníamos una deuda pendiente con el pueblo. Ninguna sociedad que se crea civilizada, por pequeña que sea, puede dejar de lado a sus mayores. Y la Asociación tenía que cumplir tarde o temprano con las personas que han sido y, afortunadamente, siguen siendo, historia reciente del pueblo. Lo que realmente nos hizo tomar la decisión fue el acontecer del año 2012. Año fatídico en la historia del pueblo. Once partieron, once, con la cara bien alta. Once personas, casi todas mayores de 80 años que formaron parte de nuestra sociedad, que contribuyeron con su esfuerzo y trabajo a dejarnos un Acebedo mejor. Recordamos durante esos días de dudas en la programación lo que manifestaron dos personas que ya no están cuando se programaron los actos de inauguración de las obras de la iglesia en 2011. "Queremos estar allí aunque sea en camilla". Y ya no tuvimos ninguna duda. La propuesta ante la Asamblea se aprobó por unanimidad. A partir de ahí, comenzamos a trabajar. Teníamos claro desde un principio que si hacíamos algo, teníamos que hacerlo bien, o al menos, lo mejor que supiéramos y pudiéramos, dentro de nuestras posibilidades. Sabíamos que contábamos de antemano con muchas dificultades: algunas de las personas que deberían de acudir contaban con muchas limitaciones, otras ya no podrían estar y otras estaban fuera y no acudirían por diversos motivos. Habría que actuar, pues, con mucho tacto a la hora de programar las actividades. Tenían que ser cosas muy sencillas, pero a la vez muy placenteras. Después de barajar varias posibilidades se decidió dejar los actos en solo dos actividades: una misa y una comida de hermandad. Creímos que era lo más asequible. Y así se hizo. Fue muy emotivo ver a los mayores ataviados con el pañuelo azul de la Asocición desfilar desde el pinar hasta la iglesia donde les esperaban miembros de la Asociación y excelentes colaboradores para conducirlos hasta los bancos delanteros. Con la iglesia abarrotada, comenzó la misa oficiada por el titular D. Domingo que sabe como nadie dirigir y llevar este tipo de actos. Caras de no creer lo que estaban viviendo en los mayores, caras de tristeza recordando, quizás, a otros, pero también semblantes de alegría disfrutando el momento presente. Sonidos de violín, latines, felicitaciones, aplausos, fotografías, videos... La salida de misa siempre es un momento especial. Esos cinco minutos en los que la gente se queda hablando se conviertieron en quince o veinte. Faltaron unos bollejos y un vino dulce. Nos somos prefectos. El cómodo autobús blanco nos condujo hasta Riaño en poco más de quince minutos. Colas en el ascensor. Los más valientes subieron por la escalera. Sorpresa mayúscula cuando los invitados accedieron al salón y comtemplaron el espectáculo. El comedor estaba milimétricamente preparado y decorado para ellos. Solo para ellos. Todo estaba dispuesto para sentarse y empezar la comida. Silencio al principio. Mirábamos sus caras y nos preguntábamos que pasaría por sus cabezas. A quien estarían recordando. Más fotos y más video. Ellos a lo suyo. Estaban felices, charlaban con sus vecinos de mesa y parecían disfrutar de la comida. El vino hace milagros y el silencio casi sepulcral del principio se fue convirtiendo en leve murmullo primero y más tarde, ya deshinibidos, en conversación amena y distendida. Más tarde nos trajeron un micro y todos hablaron y expresaron sus sentimientos. Algunos no fueron capaces. La emoción pudo con ellos. Poemas de Ovidio, de Jose Mari, cantares... la gente se fue animando. Las labores de toda su vida ya no agobiaban. No había prisa. Recibieron emocionados esa taza que la Asocición quiso para ellos como recuerdo. La miraban y la daban vueltas en sus trabajadas manos. Pocos podían leer ya la leyenda de la taza. - Qué dice ahí, niña... ¡Ay estos ojos mios que ya no valen pa nada...! |